Levantó la cabeza para encontrarse con el muchacho de pelo de otoño y sabor a libertad. Sus ojos de invierno contrastaban con la sonrisa cálida de verano en sus labios.
La chica trasladó su mirada al cielo color melocotón y respiró el aire con olor a sueño. Las cadenas de los columpios se quejaron cuando el chico se acercó a ella, sentado en el de al lado. Por alguna razón no paraba de repetir su nombre. En sus labios sonaba como algo especial, un conjuro de brujas con tiendas de chuches o tu comida favorita en tu cumpleaños.
Por alguna razón, cada vez lo repetía más rápido y apresurado. La chica empezó a moverse hacia delante y hacia atrás. Su vestido primavera se levantaba y el aroma a amor dulce del chico le hacía cosquillas en la nariz.
Cada vez llegaba más alto. Más y más y más. Parecía que podría tocar las estrellas. Entonces saltó.
Saltó
a
la
nada.
Hay sangre por todas partes. Repite su nombre y la sacude. Tiene una herida en la cabeza muy grave; no sabe si sobrevivirá. Estaban volviendo de su cita de aniversario cuando un borracho estrelló el coche contra ellos.
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